La mayoría de las personas ven el juego como lo opuesto al trabajo, como una actividad pensada para llenar el tiempo libre. En muchos casos incluso percibimos el juego únicamente como una actividad frívola que sirve para descansar nuestra mente cuando no estamos dedicando nuestro talento a las cosas serias del trabajo.
En realidad, si atendemos a su definición, el juego es una actividad estructurada y voluntaria que implica a la imaginación. Es decir, es una actividad limitada en el tiempo y espacio, organizado por las normas, convenciones o acuerdos entre los jugadores, no coaccionada por las figuras de autoridad, y desarrollada sobre la base de una serie de elementos que tienen su origen en la fantasía y la imaginación creativa.
Por lo tanto, a pesar de que el juego es generalmente divertido, rara vez, o nunca, puede considerarse frívolo. Esto es así porque en definitiva, es una actividad con carácter universal inherente al ser humano. Todos nosotros hemos aprendido a relacionarnos con nuestro ámbito familiar, material, social y cultural a través del juego.
Precisamente, son las propias características del juego las que hacen que sea una actividad muy potente para la transmisión de conocimientos:
- Participación voluntaria. No es necesario convencer o reclutar a los participantes. El individuo es quien desea participar sin necesidad de que le inciten a ello.
- Progresión. El nivel de dificultad aumenta progresivamente a medida que mejoran las habilidades del jugador.
- Reglas claras. La estructura y marco de desarrollo de la actividad son conocidos y compartidos por todos los participantes desde un inicio.
- Espacio y tiempo acotados. Antes de iniciar la actividad el participante tiene conocimiento tanto de los límites físicos como temporales.
- Modelo del mundo real. El relato, el entorno y el marco en el que se desarrolla es un reflejo de la realidad donde el participante puede sentirse identificado.
- Práctica de patrones. Es una actividad en la que se mejora con la práctica repetitiva de rutinas.
- Sensación de control. El jugador tiene el poder y la capacidad de influir en la dirección que toma el juego mediante sus decisiones libres y personales.
- Libertad para fallar. El participante puede decidir en todo momento según su criterio y, las consecuencias de sus decisiones sólo se aplican en el marco del juego.
- Feedback rápido. Aciertos y errores tienen una consecuencia en un muy corto plazo.
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El juego adecuado para cada situación
A lo largo de los años hemos tenido la oportunidad de acompañar a un buen número de empresas en su implantación del sistema ‘lean’ en un amplio abanico de sectores, países y culturas. La experiencia vivida en estos procesos de cambio nos ha enseñado que el juego es un elemento fundamental para explicar un conocimiento determinado antes de llevarlo a la practica.
Los juegos pueden ser un arma poderosa cuando se utilizan correctamente. Hemos visto organizaciones que sistemáticamente utilizan el juego en sus formaciones y en el desarrollo de actividades de mejora consiguiendo resultados muy satisfactorios.
No obstante, toda moneda tiene su cara y su cruz. Y el caso de los juegos no es una excepción: La simulación es un soporte y una guía muy potente para el desarrollo de una formación. Pero es necesario respetar unas condiciones mínimas si queremos asegurar el éxito del resultado. Es por ello que antes de decidir por el uso de un juego en una formación, es necesario que nos preguntemos las siguientes cuestiones:
- ¿Qué esperamos de esta dinámica?
- ¿Cómo debería ayudarme el juego a conseguir este objetivo?
- ¿Cuál es el vínculo entre el juego y el siguiente paso en nuestra actividad?
Cuando todas las respuestas avalan el uso del juego, puede empezar a planificar la actividad. Para ello, el siguiente paso antes de iniciar la actividad, consiste en evaluar (aunque sea de manera informal) el nivel de conocimiento previo de cada uno de los participantes de la temática que se va a exponer. El juego es una buena herramienta para transmitir conceptos porque permite construir el conocimiento. Pero, también puede convertirse en una actividad aburrida si los contenidos a transmitir son conceptos ya conocidos por el grupo.
Finalmente, cuando tiene claros los objetivos del juego y el nivel de los participantes puede iniciar la actividad formativa. La mayoría de juegos utilizados en dinámicas de cambio o de aprendizaje presentan una estructura común y se desarrollan en varias rondas o fases. Esta estructura permite ensayar de manera repetitiva aquellas metodologías que se desea transmitir a los alumnos.
Esta rutina constituye un hilo conductor de la formación, que ayuda a que los alumnos centren su atención en aquellos elementos que cambian entre una ronda y la siguiente, en definitiva, la metodología a aprender. Para asegurar el éxito del juego es necesario que cada una de estas fases se estructure de acuerdo a las dinámicas de resolución de problemas:
- Comprender la situación actual (…y los problemas que presenta).
- Describir una solución objetivo y aplicarla en la simulación.
- Verificar el resultado de las acciones al desarrollar una nueva ronda de la simulación.
- Reflexiones sobre los resultados.
Lecciones aprendidas
En la última fase del juego, al finalizar la dinámica, es necesario reservar un tiempo para la reflexión para comentar tanto los resultados del juego como el impacto que cada una de las metodologías expuestas puede tener en un entorno real. Los aprendizajes son fundamentales para asegurar que los participantes han sido capaces de consolidar los conocimientos derivados de la actividad.
Estamos a su disposición para ayudarle a diseñar el juego o la dinámica que necesita para conseguir que el cambio sea una realidad en su organización.
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