Estamos viviendo la era del cambio continuo y de las grandes disrupciones. Si en los años ochenta del siglo pasado definíamos el contexto general con el acrónimo V.U.C.A. en gran medida como consecuencia de las tensas relaciones entre las grandes potencias mundiales de volátil (volatile), incierto (uncertain), complejo (complex) y ambiguo (ambiguous), hoy parece evidente que este enfoque ya resulta obsoleto para describir el mundo en el que vivimos.
El contexto actual tenemos muchos más elementos que contribuyen a niveles de incertidumbre nunca antes vistos que, combinados unos y otros nos mantienen al borde del caos en muchos aspectos de nuestra vida. Es por todo ello por lo que existe un amplio consenso en describir el mundo actual utilizando el acrónimo B.A.N.I.: un nuevo modelo adaptado a la situación del cambio global y climático, que progresivamente se va instaurando y que alcanza su nivel de madurez en el año 2020. Este modelo caracterizado por la fragilidad (Brittle), la ansiedad (Anxious), la no linealidad (Non linear) y la incomprensión (Incomprehensible) describe, en ocasiones de forma abrumadora, el contexto en el que vivimos.
En el siglo XXI es tan necesario para líderes y organizaciones aprender nuevos conocimientos como desaprender aquellos conocimientos que han dejado de ser válidos.
Lean, Agile e Innovación disruptiva
En estos últimos años son muchas las instituciones de sectores dispares que han visto en la mejora continua aquella solución que les llevará a convertirse en una organización eficiente y eficaz en todos sus procesos. En cierto modo, el contexto BANI ha alentado a muchos directivos a preocuparse por el futuro, incluyendo en este grupo por primera vez a aquellos que hasta la fecha desarrollaban sus actividades en una tranquila balsa de aceite.
Para llevar a cabo este cambio cultural que les permitiera afrontar el futuro con garantías de éxito, muchas de estas organizaciones han sustentado su implantación en modelos de trabajo ampliamente probados como pueden ser Lean, Agile o, en ocasiones, han trabajado en la búsqueda de una Innovación Disruptiva que aportara nuevas soluciones. Lamentablemente, la selección de un único modelo como referencia para su transformación es un error que, lejos de aportar una mayor competitividad para afrontar el futuro, puede suponer un rígido corsé que dificulte su capacidad de adaptación a las necesidades del mercado.
El error básico que cometen estas organizaciones consiste en creer que el modelo por el que deben apostar debe sustentarse únicamente en uno de estos marcos de referencia y que, una vez han seleccionado uno u otro modelo, deben proceder a implantar todos los artefactos y rutinas que lo acompañan (pensando que con este enfoque conseguirán los resultados que otros como Toyota o Google están consiguiendo). Esto no es así en ningún caso. En realidad, no encontraremos en el mundo una organización que consiga resultados excelentes de manera sostenible a lo largo del tiempo y que utilice únicamente modelos, rutinas o herramientas “lean” u otra que haga lo propio con “agile”.
Las organizaciones tienen la obligación de definir su propio marco de trabajo de acuerdo a sus necesidades particulares, combinando aquello que mejor se adapte a sus necesidades de cada uno de estos modelos para conseguir alcanzar un alto rendimiento.
- Six Sigma: procesos robustos. Six Sigma es un método que nació con el objetivo de reducir la variabilidad de los procesos de manera sistemática. Los éxitos conseguidos en Motorola y General Electric catapultaron su popularidad durante la década de los 1990 aunque la complejidad técnica y la base estadística que se necesita para su aplicación han sido un freno a su expansión. En esencia, el modelo persigue eliminar la variabilidad de los procesos y con este enfoque, conseguir procesos robustos y productos sin defectos.
- Lean: eficiencia. El modelo de mejora continua más extendido es el “lean”. Se sustenta en el sistema de producción de Toyota, una cultura de trabajo de más de 70 años de historia. A lo largo de este tiempo, la mejora continua se ha extendido pasando del mundo de las operaciones a los servicios e incluso a la gestión de proyectos. En esencia, el modelo persigue eliminar todo aquello que no aporta valor al cliente y con este enfoque, aumentar la eficiencia de los procesos aprovechando las aportaciones de todo el personal de la compañía.
- Agile: eficacia. Mientras que en el caso de “lean” podemos decir que ya desde sus orígenes era una cultura de trabajo y que las metodologías de mejora fueron una consecuencia natural de esta obsesión por la eliminación del despilfarro, en el caso de Agile es justo lo contrario. Podemos decir que Agile nació como el acuerdo de un grupo de expertos que, individualmente, cada uno de ellos había desarrollado metodologías para el desarrollo de proyectos de software. Este acuerdo descrito en el Manifiesto Agile el año 2001 fue la base para que el modelo se empezara a desarrollar como un marco de trabajo global que trascendiera las operaciones del área de sistemas. En lugar del sistema secuencial tradicional, Agile propone un modelo de desarrollo incremental, más rápido y flexible que permite poner en manos del cliente un primer resultado desde las fases iniciales. Los enfoques ágiles se han expandido más allá del ámbito del desarrollo de productos y las empresas se están organizando cada vez más para lograr la agilidad en todas sus actividades.
- Innovación disruptiva: nuevas soluciones. La innovación disruptiva es un modelo que persigue desarrollar nuevos modelos de trabajo o nuevos modelos de negocio. A diferencia de los modelos anteriores, en este caso debe desarrollarse fuera de la organización actual, creando un espacio seguro en el que un sistema que puede inicialmente ser visto como una amenaza tenga opciones de progresar.
La organización híbrida
A pesar de que, en todos los casos estos modelos persiguen en última instancia aportar valor al cliente o usuario, un error común consiste en pensar que “lean”, la agilidad y la innovación disruptiva se excluyen mutuamente porque se basan en principios y enfoques fundamentalmente diferentes y se aplican a tipos de actividades muy diferentes.
En muchos casos se asume que “lean” es para operaciones rutinarias y repetibles, mientras que la agilidad solo se aplica a proyectos o tareas creativas y la innovación disruptiva en aquellos casos en los que se desea cambiar el paradigma actual. Por lo tanto, las organizaciones, departamentos o funciones deben elegir uno y centrarse exclusivamente en él.
Sin embargo, ese argumento refleja un malentendido fundamental: ¿Acaso no tenemos en toda organización algunos procesos o actividades que son de naturaleza repetible, otras que tienen un componente más innovador y otras que son claramente disruptivas? En función de la variabilidad o incertidumbre de nuestros procesos, la “receta” que aplicaremos deberá tener una pizca más de Agile, Lean, Six Sigma o de Innovación.
El hecho de conseguir trasladar esta teoría a la práctica para utilizarla en beneficio propio no es tan sencillo. Las personas tenemos pánico a toda posibilidad de error y evitamos siempre que sea posible el riesgo intrínseco que entraña todo lo desconocido. Es por ello que, para que todo el modelo “moonshot” sea una realidad es necesario aprender rápido: cuando se plantea un objetivo ambicioso, es necesario identificar aquellos puntos que son críticos para alcanzar el éxito y aquellos que entrañan altos niveles de incertidumbre.
Cuando se han identificado aquellos puntos que pueden considerarse críticos, debemos instaurar un proceso de experimentación continuo que nos permita trabajar estos aspectos, detectando los errores antes de desembolsar cantidades ingentes de dinero en iniciativas que tienen un recorrido limitado.
Para reforzar este concepto de la organización híbrida, no debemos olvidar que, si dejamos a un lado las particularidades de cada modelo, todos ellos comparten una extensa base de elementos comunes: la autonomía de los equipos, el seguimiento frecuente de indicadores, la experimentación continua, la toma de decisiones basadas en datos, el enfoque continuo a la satisfacción del cliente… son, en todos los casos, la base cultural de estos sistemas.
Es por todo ello por lo que, la excelencia operativa a menudo no se puede lograr exclusivamente a través de un modelo implantado de manera dogmática a lo largo y ancho de la organización, sino que se conseguirá mediante una combinación personalizada, utilizando en cada área, proceso o equipo de la organización aquella receta que mejor se ajusta a sus necesidades.
Si desea diseñar el sistema que necesita su organización, podemos ayudarles. Estaremos encantados de acompañarles en esta transformación.
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