Los resultados que conseguimos dependen de lo que hacemos. Lo que hacemos depende de cómo vemos el mundo que nos rodea.
En estos momentos, incluso aquellos conocimientos que hasta hace poco tiempo podíamos calificar de verdades absolutas pueden cambiar de manera abrupta, en muy poco tiempo. La cantidad de conocimiento nuevo que se está generando de manera acelerada en la mayoría de áreas científicas nos obligará a cuestionar nuestras creencias y a forzar el ciclo de aprendizaje de nuevos paradigmas de actuación al mismo tiempo que forzamos un proceso similar, pero en sentido contrario de desaprendizaje de los actuales.
En contraste con esta innovación continua que estamos viviendo en prácticamente todos los sectores, a lo largo del siglo XX hemos consolidado un modelo de aprendizaje analítico y secuencial, que se sustenta en la construcción de nuevos conocimientos sobre el sedimento de los adquiridos hasta el momento. Básicamente este es el modelo con el que hemos aprendido todos en la escuela, y que después hemos utilizado en nuestro entorno tanto personal como profesional.
Es por ello por lo que, tanto a nivel particular los individuos como a nivel colectivo las organizaciones, necesitamos nuevos procedimientos que nos fuercen sistemáticamente a cuestionar, (in)validar y abandonar en caso necesario nuestros conocimientos más arraigados.
En el siglo XXI es tan necesario para líderes y organizaciones aprender nuevos conocimientos como desaprender aquellos conocimientos que han dejado de ser válidos.
El desarrollo de una mentalidad exponencial consiste básicamente en comprender que nuestro mundo ha dejado de ser lineal. Esto significa que debemos asumir que, con cierta frecuencia, se producen y se seguirán produciendo disrupciones que modifican radicalmente las reglas del juego. En consecuencia, en estos momentos, todo ejercicio de previsión de futuro por la vía de proyectar nuestros conocimientos y experiencias pasadas generará una ilusión.
En consecuencia, la experiencia o la capacidad analítica de los líderes que tanto se valoraban en el siglo XX, pasan a tener un valor secundario en este nuevo entorno en el cual las reglas que gobiernan el mundo (o por lo menos, el mundo que nos rodea) pueden cambiar de manera abrupta.
En este nuevo contexto, las cualidades que debe desarrollar todo líder del siglo XXI pasan por cuestionar con frecuencia los paradigmas adquiridos, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. En este sentido, el actor y director Alan Alda afirma que “las creencias son como los ventanales a través de los que observamos el mundo; si no los limpiamos con cierta frecuencia, llegará en día en el que no veremos la luz”.
Los OKR, acrónimo de objetivos y resultados clave, constituyen una metodología que puso en práctica por primera vez Intel y que han popularizado Google entre otras. En esencia, OKR consiste en poner el foco sobre aquello que es prioritario. En el marco OKR los objetivos describen el destino que deseamos alcanzar y los resultados clave son las métricas que cuantifican si avanzamos en la buena dirección hacia una mentalidad exponencial.
Moonshot
Para desarrollar una mentalidad exponencial es al mismo tiempo saludable, necesario e incómodo plantear con cierta frecuencia retos extremadamente ambiciosos o, en otras palabras, los conocidos “moonshots”. El gran beneficio que ofrece un “moonshot” es que nos obliga a cuestionar, a revisar y, en caso necesario, a cambiar los paradigmas actuales.
En cierto modo, tenemos que ver estos retos ambiciosos como la fuente de la innovación disruptiva porque nos obligarán a buscar soluciones totalmente nuevas.
A modo de ejemplo, cuando el presidente Kennedy expuso en su famoso discurso el reto colectivo de viajar a la luna en el plazo de una década, la gran mayoría de las personas que lo escuchaban pensaron en este momento que se trataba de un proyecto imposible, incluidos en este grupo de escépticos algunos de los científicos e ingenieros que después llevarían a cabo este proyecto. La mayoría de ellos hubieran preferido un objetivo más razonable como sería el de enviar un astronauta a orbitar la Tierra, porque éste era un reto alcanzable de acuerdo a los paradigmas del momento. El reto que plateaba el viaje a la luna les forzaba a revisar y cuestionar todos los conocimientos adquiridos hasta la fecha.
Para ilustrar el reto que planteaba este proyecto, en cierto momento de la película “first man” que escenifica parte los programas Apollo y Geminis, el actor Kyle Chandler representando el papel de Donald Kent Slayton dibuja en una línea la distancia que separa la Tierra de la Luna explicando a los astronautas la gran oportunidad que tiene Estados Unidos para superar por primera vez a la Unión Soviética en la carrera espacial: el viaje a la luna era un reto de tal magnitud que nada de lo que se había hecho hasta el momento suponía una ventaja. En este proyecto, los dos adversarios estaban en el punto de salida.
Siempre es posible alcanzar una mejora de un 10% sin modificar sustancialmente los sistemas actuales. En cambio, un objetivo que multiplica por 10 los resultados actuales exige cuestionarlo todo.
La teoría sobre la que se sustentan los “moonshots” es infalible: ante un cambio de paradigma, todo el mundo parte de cero. Los éxitos pasados no garantizan en ningún caso los resultados futuros.
No obstante, conseguir trasladar esta teoría a la práctica para utilizarla en beneficio propio no es tan sencillo. Las personas tenemos pánico a toda posibilidad de error y evitamos siempre que sea posible el riesgo intrínseco que entraña todo lo desconocido. Es por ello que, para que todo el modelo “moonshot” sea una realidad es necesario aprender rápido: cuando se plantea un objetivo ambicioso, es necesario identificar aquellos puntos que son críticos para alcanzar el éxito y aquellos que entrañan altos niveles de incertidumbre.
Cuando se han identificado aquellos puntos que pueden considerarse críticos, debemos instaurar un proceso de experimentación continuo que nos permita trabajar estos aspectos, detectando los errores antes de desembolsar cantidades ingentes de dinero en iniciativas que tienen un recorrido limitado.
Liderazgo del siglo XXI
De todo ello podemos concluir que, en este momento, en situaciones de cambio disruptivo, nos encontramos ante una espesa neblina que nos impide avanzar con seguridad trazando una ruta desde el punto actual hasta nuestro destino objetivo.
En este contexto, todo esfuerzo que hagamos para intentar reducir la incertidumbre es una pérdida de tiempo pues en modo alguno conseguiremos aumentar nuestra visibilidad.
En cambio, abrazar los superpoderes que nos brinda esta incertidumbre y avanzar con seguridad a través de la niebla, reaccionando con agilidad cuando encontramos una roca en el camino, pero convencidos al mismo tiempo de la gran cantidad de oportunidades que nos ofrece este nuevo contexto es clave para desarrollar la mentalidad exponencial que necesitan las organizaciones en el siglo XXI.
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